Para los productores de cerezas, la acumulación de horas de frío durante el invierno es un pilar esencial para asegurar una brotación pareja y productiva. En las últimas temporadas, se ha vuelto evidente que los inviernos están perdiendo regularidad: hay menos días fríos, más nubosidad en ciertos periodos y, cada vez con más frecuencia, tardes cálidas en pleno invierno. Estas condiciones pueden comprometer la acumulación de frío, generando brotaciones desuniformes, floraciones tardías y un impacto directo en el potencial productivo y comercial de los huertos.
En este escenario, además del monitoreo climático, emergen nuevas herramientas agronómicas que buscan proteger el frío ya acumulado. Una de ellas es el uso controlado del agua para enfriar el huerto durante eventos cálidos invernales, una técnica que ya ha mostrado resultados positivos en zonas como Maule y Biobío. Su objetivo no es generar frío, sino evitar que se pierda el que ya se ha ganado, especialmente durante la fase de dormancia.
¿Cómo enfría el agua? El principio del enfriamiento evaporativo
Esta técnica se basa en el enfriamiento evaporativo, un proceso físico en el cual el agua al evaporarse absorbe calor del entorno. Al aplicar pequeñas cantidades de agua mediante pulsadores o microaspersores sobre la canopia, se forma una delgada película que, al evaporarse, reduce la temperatura del aire y de los tejidos vegetales cercanos.
El sistema se activa de manera puntual y estratégica, con el objetivo de evitar que la temperatura ambiente supere los 14 °C, umbral crítico identificado por su potencial para revertir horas de frío ya acumuladas. Por eso, se recomienda iniciar la aplicación entre los 12 y 13 °C, anticipándose al alza térmica para mantener el entorno bajo control y no llegar al umbral de riesgo.
El protocolo se implementa mediante una lógica de bloques:
Se aplica agua durante 30 minutos a una intensidad de 1 mm/h.
Luego, la aspersión se interrumpe durante 90 minutos.
Si al término del intervalo la temperatura sigue elevándose, se repite un nuevo bloque de 30 minutos.
Este patrón de aplicación intermitente permite modular eficazmente la temperatura sin saturar el suelo ni malgastar el recurso hídrico. Es fundamental destacar que este manejo se inicia cuando comienza la acumulación de horas de frío, lo que normalmente ocurre a partir de mayo, dependiendo de la ubicación y las condiciones locales del huerto.
Conclusión
El uso del agua como herramienta para enfriar el huerto durante el invierno representa una estrategia emergente con gran potencial para enfrentar los efectos de inviernos cada vez más cálidos y variables. Esta técnica ofrece una alternativa de manejo adaptativo frente al cambio climático, permitiendo anticiparse a escenarios de riesgo y proteger el rendimiento del huerto desde la etapa más temprana del ciclo productivo.
Además, se trata de una técnica de sencilla instalación y operación, que no requiere mayores inversiones hidráulicas adicionales, lo que la convierte en una alternativa especialmente atractiva para productores atentos y preocupados de implementar estrategias que aseguren una buena acumulación de horas de frío durante la etapa de dormancia.