A medida que nos alejamos de los meses más cálidos del verano 2024, gracias a un verano intensificado por el Fenómeno del Niño, la mirada de nuestra industria se dirige hacia el incierto 2024, año promete un balance delicado entre desafíos que plantea el cambiante clima.
Adiós a "El Niño", bienvenida a "La Niña"
El año 2024 nos sitúa en un momento climático crítico. "El Niño", ese fenómeno que nos brindó un invierno de lluvias abundantes desde la Región Metropolitana hacia el sur, comienza su retirada entre marzo y mayo, transicionando hacia "La Niña", quien consigo escasas precipitaciones y un aumento en la frecuencia de heladas, un desafío no menor para los campos frutícolas. Aunque se espera que este año "La Niña" sea débil, su timing podría afectar adversamente la primavera, una estación crítica para la floración y fructificación.
La predicción de un invierno con las horas de frío necesarias abre la puerta a una floración más uniforme y prometedora, especialmente para cerezos. Sin embargo, el pronóstico de precipitaciones escasas plantea interrogantes sobre el suministro de agua y su gestión eficiente. En este contexto, la planificación estratégica y la gestión anticipada del campo cobran una importancia capital.
Heladas y su impacto en la agricultura
Las implicaciones del cambio climático infunden una complejidad adicional en este panorama. La variabilidad climática y los eventos extremos, como las heladas tardías, demandan una consideración especial en nuestras estrategias de cultivo y gestión del agua.
Las heladas representan uno de los mayores desafíos climáticos para la agricultura, con un impacto profundo en cultivos vitales como cerezos, cítricos, paltos, viñedos, kiwis, arándanos entre otros. Estos eventos no solo amenazan la viabilidad de la temporada actual sino que también pueden tener efectos duraderos en la salud y productividad de las plantas a largo plazo.
Heladas y cerezos
Los cerezos son especialmente susceptibles a las heladas tardías que ocurren durante la primavera, justo cuando los árboles están en floración o iniciando la formación de frutos. Una exposición a temperaturas bajo cero en estos periodos críticos puede dañar las flores, disminuir la polinización y, en consecuencia, reducir drásticamente el rendimiento de la cosecha. Además, el tejido joven y en crecimiento de los cerezos puede sufrir daños por el frío, afectando la producción futura.
Heladas y cítricos
Los cítricos, incluyendo limones, naranjas y mandarinas, muestran una variedad de respuestas a las heladas, dependiendo del tipo específico y su etapa de crecimiento. Mientras que las plantas adultas pueden soportar temperaturas ligeramente bajo cero, las heladas pueden causar daños significativos a los frutos y flores, llevando a pérdidas económicas considerables. Los brotes jóvenes y las hojas son particularmente vulnerables, y el daño puede limitar la capacidad del árbol para producir en las siguientes temporadas.
Heladas y paltos
Los paltos, conocidos por su popularidad creciente debido a la demanda global de “aguacates”, son sensibles a las heladas. Las bajas temperaturas pueden causar la caída de hojas, dañar las flores y los frutos jóvenes, e incluso resultar en la muerte de ramas. Esto no solo afecta el rendimiento de la cosecha actual sino que también puede tener un impacto negativo en el crecimiento y la productividad de la temporada siguiente.
Heladas y viñedos
Las vides son igualmente vulnerables a las heladas, particularmente durante la brotación y el inicio del crecimiento de la vid. Las heladas pueden destruir los brotes jóvenes, limitar el desarrollo de las uvas y, por ende, afectar tanto la cantidad como la calidad de la cosecha de vino. Los daños en las vides no solo afectan la producción del año en curso, sino que también pueden comprometer la salud de la planta a largo plazo, impactando las cosechas futuras.
Por suerte no estamos solos
El año 2024 se perfila como un período de desafíos y oportunidades para la industria frutícola. La anticipación, la adaptación y la adopción de tecnologías avanzadas serán clave para navegar en este escenario de incertidumbre climática. A medida que avanzamos hacia un futuro incierto, nuestra capacidad para adaptarnos y responder al clima no solo definirá el éxito de la temporada sino que también reafirmará nuestro compromiso con una agricultura sostenible, y consciente del cuidado del agua.