El estrés térmico aparece cuando el ambiente supera el rango de confort del cultivo y sus mecanismos de enfriamiento dejan de ser suficientes.
En frutales de alto valor, el estrés térmico se traduce en pérdidas silenciosas. Parte del daño se ve en el mismo día; otra parte aparece meses después, en forma de yemas débiles, flores de menor calidad, fruta con peor condición, además de menor productividad. Esa mezcla golpea la rentabilidad.
Este artículo aterriza el concepto de estrés térmico a la realidad agrícola chilena, con foco en frutales como el cerezo.
Qué es el estrés térmico en plantas y fruta
El estrés térmico es una respuesta de supervivencia ante temperaturas altas, radiación intensa, DPV alto, además de aire seco. La planta intenta disipar calor mediante transpiración. Ese “sudor” vegetal funciona mientras exista agua disponible y el ambiente permita evaporación estable.
Cuando el calor y el déficit de presión de vapor suben, la planta cierra estomas para cuidar agua. Esa acción baja la pérdida hídrica y reduce la entrada de CO₂. La fotosíntesis cae. El árbol produce menos energía justo cuando más la necesita.
DPV en palabras simples: describe cuánta “sed” tiene el aire. Un DPV alto acelera la salida de agua desde hojas y fruta.
En cerezo, el periodo posterior a cosecha coincide con recarga de reservas y diferenciación floral. El estrés térmico en esa ventana deja una huella clara en la temporada siguiente.
Por qué el estrés térmico se volvió un tema estratégico en Chile
Las olas de calor se repiten con más frecuencia y con mayor duración en la zona central. El problema crece cuando el calor llega con suelos secos y alta demanda evaporativa. El huerto pasa muchas horas por sobre umbrales críticos y acumula “carga térmica”.

Esa carga cambia decisiones diarias y define horarios de cosecha. También eleva la exigencia de prefrío y el valor de la sombra.
Umbrales y momentos de mayor riesgo
Cada especie y variedad tiene su propio rango, y el contexto manda. De todas formas, muchos huertos empiezan a sentir el golpe cuando la canopia se expone por horas a máximas cercanas a 30 °C y el DPV se mantiene alto durante la tarde.
El momento más delicado llega cuando el árbol ya gastó mucho en fruta y entra a reponer energía.
En postcosecha, el árbol necesita hoja activa para recargar reservas y sostener la diferenciación floral. Si el calor y el DPV alto se instalan por varios días, la fotosíntesis cae y la reposición se vuelve lenta. Esa realidad se expresa en la temporada siguiente como menor cuaja, además de mayor sensibilidad a heladas de primavera.
Señales en el huerto que indican estrés térmico
El estrés térmico no siempre se ve como un golpe inmediato. Muchas veces aparece como un deterioro gradual, con síntomas que se confunden con déficit hídrico o manejo nutricional.
Observa estas señales:
Hojas con menor turgencia en las horas de mayor radiación y recuperación lenta al atardecer.
Caída sostenida de la actividad del huerto en días calurosos: brotes que frenan, canopia que se “apaga”.
Fruta con mayor riesgo de daño por sol, ablandamiento temprano, pérdida de firmeza, además de color fuera de estándar.
Mayor presión sobre el riego: necesidad de ajustar frecuencias y pulsos para sostener transpiración.
Si el huerto responde así cada vez que el termómetro sube, el estrés térmico ya está dentro del sistema.
Qué pasa dentro de la planta cuando se activa el estrés térmico
El calor altera membranas celulares y acelera reacciones oxidativas. La planta produce proteínas de shock térmico y compuestos antioxidantes para proteger tejidos. Ese proceso consume energía y reduce el “presupuesto” disponible para crecimiento, reservas, calidad, además de vigor.
En paralelo, la respiración se acelera. El árbol gasta carbohidratos para mantenerse vivo. La ecuación se vuelve exigente: menos fotosíntesis, más gasto metabólico, más riesgo de deshidratación, además de menor acumulación de reservas.
Eso explica un patrón común: huertos que parecen “bien” durante la cosecha y muestran su pérdida real más tarde, con menor retorno por calibre, firmeza, condición, además de productividad.
Estrés térmico y estrés hídrico: la dupla que dispara el daño
El calor por sí solo ya es duro. El calor con baja disponibilidad de agua acelera el problema.
Con agua limitada, la transpiración baja y el enfriamiento se reduce. El árbol sube su temperatura de hoja, cierra estomas y entra en modo defensa. Esa secuencia afecta la acumulación de reservas, complica la formación de yemas, aumenta la susceptibilidad a eventos posteriores, además de reducir vigor.
La gestión del estrés térmico exige mirar temperatura, radiación, humedad, suelo, además de riego en conjunto. Esa visión cambia el tipo de decisiones que se toman semana a semana.
Cómo controlar el estrés térmico con un plan de manejo en campo
Un control efectivo combina medición, disciplina operativa y herramientas de mitigación. El objetivo es bajar temperatura del microclima y sostener transpiración. Ese enfoque reduce horas bajo extremo y mejora uniformidad.
1) Monitorea con datos que sirvan para decidir
Usa estaciones o sensores que entreguen temperatura, humedad relativa, radiación, además de DPV. Registra máximas, mínimas nocturnas, horas sobre umbrales, además de tendencia semanal. Esos datos guían riego, cosecha, sombra, además de uso de enfriamiento.
2) Ajusta riego para sostener enfriamiento vegetal
Define frecuencias y pulsos que mantengan disponibilidad de agua en la zona activa. El riego sostiene transpiración y permite que el huerto disipe calor. Considera textura de suelo, carga, estado fenológico, además de clima de la semana.
3) Protege fruta y bins del sol directo
Implementa sombras operativas en acopios y traslados. Reduce el tiempo de exposición en patio. Mejora la logística para evitar esperas bajo radiación.
4) Enfría el huerto cuando el evento lo exige
El enfriamiento evaporativo baja temperatura y sube humedad relativa en los momentos críticos. En Tierraverde, tecnologías como Pulsator 205™ y Pulsemax 360° permiten ciclos de cooling de baja precipitación, con una llovizna fina que reduce carga térmica sin saturar el suelo. El huerto entra a cosecha con menos “calor de campo” y la fruta llega en mejor condición a la siguiente etapa.
Qué gana un productor cuando controla el estrés térmico
El manejo del estrés térmico protege la condición de la fruta y también protege el potencial productivo de la temporada siguiente. Esa doble ganancia convierte el tema en una inversión.
El calor va a seguir llegando.
La diferencia la marca la preparación y la capacidad de medir, además de enfriar el sistema cuando el evento se instala.




