Panorama y urgencia: el agua como ventaja competitiva
Chile vive una crisis hídrica prolongada. La sequía acumulada dejó déficits de precipitación cercanos al 30% entre Coquimbo y La Araucanía, y embalses con mermas relevantes en Atacama, Coquimbo, O’Higgins y Maule, un cuadro que empuja a tomar decisiones basadas en datos y no en costumbre (radiografía sectorial). Para la agricultura chilena, cada punto de eficiencia marca diferencia en productividad, calidad y resiliencia (como les contamos en este post sobre agua y agricultura chilena).
En este contexto, el riego inteligente deja de ser una “opción tecnológica” para convertirse en estrategia empresarial. Integra sensores, automatización y analítica para decidir cuándo, cuánto y dónde regar. El resultado se traduce en agua bien usada, plantas menos estresadas y costos bajo control. Y, sobre todo, en productores que recuperan el volante de su clima.
Cómo funciona y qué impacto logra
El riego inteligente reúne cuatro capas que conversan entre sí y orquestan decisiones en terreno:
Sensores de humedad del suelo (IoT) miden a distintas profundidades y alimentan plataformas que ajustan láminas en tiempo real (visión técnica INIA).
Estaciones meteorológicas automatizadas permiten calcular evapotranspiración con variables clave como radiación, viento y humedad (base metodológica).
Imágenes satelitales y drones procesan índices como NDVI para anticipar estrés hídrico antes de verlo a ojo (uso productivo).
Plataformas con IA cruzan clima, suelo y fenología para entregar recomendaciones de riego y fertilización con granularidad por sector (tendencias de IA aplicada).
Los números acompañan. El riego tecnificado logra eficiencias de 90–95% en goteo y del orden de 75% en aspersión, frente a 30–40% de métodos tradicionales por tendido (síntesis técnica OPIA/FIA; datos de eficiencia). Con sensores y monitoreo, distintos proyectos han registrado ahorros de agua entre 20% y 40%, e incluso del 50% en casos documentados, junto con disminuciones relevantes en uso de fertilizantes (casos registrados por FIA; síntesis de resultados).
Chile exporta innovación en esta materia. Por ejemplo, la empresa WiseConn/DropControl opera en América con control y monitoreo de riego a escala, desplegado sobre decenas de miles de nodos y cientos de miles de hectáreas, lo que confirma que la tecnología “made in Chile” escala y crea valor fuera de nuestras fronteras (alianzas y expansión; impacto en operaciones). INIA impulsa soluciones autónomas que programan el riego según necesidades reales de la planta y el suelo, con pruebas en estaciones como La Cruz y proyectos de transferencia en regiones clave (prototipos y pilotos). Y proveedores globales como Rivulis integran satélites, big data y recomendaciones sin hardware adicional, una puerta de entrada para predios que buscan velocidad de adopción (proveedor en Chile).
La promesa se vuelve práctica cuando los datos activan válvulas, ordenan turnos y priorizan sectores. Datos y decisiones, campo y pantalla, eficiencia y calidad.

Estado, I+D y territorio: condiciones para escalar
El marco chileno tiene instrumentos potentes. La Ley 18.450 modernizada facilita bonificaciones que pueden cubrir un alto porcentaje del costo total de proyectos para pequeños productores, incluyendo riego tecnificado, automatización e incluso energías renovables asociadas al sistema (sitio oficial de la ley; aprobación y vigencia). A esto se suma la CNR, que administra concursos y programas que han empujado la adopción de pivotes y avances frontales en miles de hectáreas, con alta concentración en Maule, Ñuble y Biobío (datos y hitos regionales; ventanilla y estadísticas).
La evolución se nota en la superficie tecnificada. Entre 2007 y 2021, el área con aspersión y microrriego creció de 303 mil a 464 mil hectáreas, un salto de más del 50%, con espacio para seguir avanzando sobre el riego tradicional que aún domina en una parte significativa de los predios (balance de superficie regada). Este crecimiento convive con un ecosistema activo de I+D+i: convenios internacionales como el trabajo INIA–Corea del Sur para riego inteligente en avellano, arándano y palto, que mezcla IA, monitoreo de demanda hídrica y datos satelitales (cooperación tecnológica). FIA financia iniciativas IoT satelital para zonas sin cobertura y plataformas colectivas de gestión hídrica en cooperativas (IoT fuera de cobertura; gestión colectiva de riego).
Lo que viene y nuestro rol: del control al liderazgo
La próxima ola ya asoma. La maduración de 5G mejorará la telemetría y el control en tiempo real a escala predial y multisitio, mientras drones térmicos y multiespectrales identificarán microzonas con déficit antes de que el estrés se exprese en fruta (conectividad y analítica; monitoreo avanzado). La nanotecnología en sensores y los gemelos digitales permitirán simulación fina por bloque, anticipando escenarios climáticos y asignando agua con precisión quirúrgica (tendencias de modelación). Y los sistemas agrivoltaicos abren una oportunidad doble: menos evapotranspiración bajo paneles y energía para bombeo en la misma hectárea (oportunidad dual).
Para acelerar la adopción vale enfocarse en cuatro frentes. Primero, transferencia tecnológica con acompañamiento continuo, sobre todo en pequeña y mediana agricultura(barreras y palancas). Segundo, conectividad rural con soluciones híbridas: cobertura móvil donde exista e IoT satelital en zonas aisladas (conectividad aplicada; ruralidad conectada). Tercero, interoperabilidad: plataformas que integren sensores, clima e imágenes con estándares abiertos para facilitar futuras migraciones (como les contamos en este post sobre Agrotech en Chile). Y cuarto, financiamiento: asesoría para postular a la Ley 18.450 (portal oficial).
Ahí entra el aporte de Tierraverde. Nuestro trabajo surge de la ingeniería y se vuelca en soluciones de adaptación climática que combinan diseño hidráulico, automatización y tecnologías de precisión. El micro-pulso de alta frecuencia y bajo caudal para cooling y control de heladas —como Pulsator 205™ & Pulsemax 360º— ayuda a proteger especies de alto valor en noches críticas, y habilita estrategias de manejo térmico en olas de calor para sostener calidad y kilos vendibles (como les contamos en este post sobre agua y agricultura chilena). Además, nuestras tecnologías son abiertas a diferentes plataformas y sistemas de sensores e IoT, como los de Ingeap Agro (con quienes tenemos una alianza) así como otros sistemas operativos con los que cuente el campo. (integración operativa).
La dirección es clara. Riego inteligente significa productividad, resiliencia y trazabilidad. En un país donde cada gota cuenta, la ventaja nace en la combinación correcta de datos, ingeniería y terreno. Cuando el clima cambia de minuto a minuto, tomar el control ya no es una promesa; es la forma de seguir creciendo con seguridad, eficiencia y visión de largo plazo.




