Qué dicen los modelos
Los principales centros de referencia señalan que la transición del Pacífico ecuatorial se mueve entre condiciones neutrales y la posibilidad de una La Niña débil a inicios del verano austral. El Centro de Predicción Climática (CPC) estima una probabilidad elevada de La Niña para el trimestre octubre–diciembre de 2025, con tendencia a disminuir hacia diciembre–febrero (DJF) de 2025–2026, cuando las chances de neutralidad vuelven a ganar terreno. Es decir, el verano podría comenzar bajo influencia niña y evolucionar a un patrón más neutro hacia el final de la estación.
La lectura del IRI/Columbia coincide en el matiz: la neutralidad domina el horizonte de fin de año con una leve inclinación hacia La Niña en primavera tardía y comienzos del verano, para luego retornar gradualmente a condiciones neutras en el primer trimestre de 2026. En términos prácticos, esto en Chile central suele asociarse a menor actividad frontal y a un sesgo cálido por la combinación de atmósfera más estable y suelos secos tras la primavera.

En el corto plazo, la Dirección Meteorológica de Chile proyectó una primavera 2025 más seca y cálida en gran parte del país, con máximas sobre lo normal desde el valle central hacia el sur. Ese telón de fondo preacondiciona el verano: menos humedad en el suelo y en la vegetación, mayor amplitud térmica y un piso térmico más alto. Ver proyecciones en Meteored.
Ese calentamiento de base no ocurre en el vacío. La Organización Meteorológica Mundial advierte que los próximos cinco años se mantendrán entre los más cálidos del registro, con alta probabilidad de nuevos récords. Para la agricultura, significa planificar temporadas donde "lo extremo" se vuelve más frecuente, aunque los forzantes interanuales (El Niño/La Niña) fluctúen.
Finalmente, la señal hidrológica: la DGA del MOP prevé caudales de deshielo y ríos por debajo de lo normal para primavera 2025–verano 2026 en diversas cuencas, coherente con el déficit de precipitaciones y nieve. Esto anticipa restricciones operativas en riego, mayores costos de bombeo y una ventana de riesgo para cultivos sensibles al estrés hídrico.
Lo que significa para huertos de alto valor
Cerezas. La combinación de primaveras secas y veranos cálidos acelera el desarrollo y puede adelantar cosecha, con dos caras: calibres competitivos en huertos bien manejados y riesgo de ablandamiento y pitting en fruta expuesta a golpes de calor cercanos a cosecha. En zonas interiores, los episodios de 34–38 °C —frecuentes en veranos recientes— incrementan desórdenes fisiológicos y exigen sombreo temporal, riego de precisión y enfriamiento evaporativo en ondas cálidas. La menor probabilidad de lluvias estivales reduce el riesgo de partidura, pero eleva el de golpe de sol y de deshidratación de pedicelo, crítico para condición de viaje. Los antecedentes de calor extremo y emergencias por incendios en la zona centro-sur durante febrero de 2025 son un recordatorio de esa vulnerabilidad, documentados por El País.
Palto. El palto responde rápido al estrés térmico e hídrico: caída de fruta, necrosis de hoja y mayor incidencia de daño por sol en caras noroeste. El verano que comienza con suelos secos y menor recarga de canales aumenta el costo de sostener potencial de rendimiento. Priorizar bloques con mejor retorno por metro cúbico —según calibre y mercado—, aplicar blanqueo de copa con caolín donde el manejo lo permita y optimizar riego por pulsos cortos en horas de mayor demanda son prácticas que amortiguan pérdidas. (Via: DGA)
Uva de mesa. En parras, el calor sostenido y la radiación elevada favorecen sunburn y berry shatter si coinciden con viento seco. Las variedades rojas pueden presentar coloración incompleta si la amplitud térmica nocturna se acorta; la respuesta incluye canopias más sombreadas, manejo de carga fino y, en olas de calor, microaspersión por pulsos para mantener temperatura de racimos bajo umbrales críticos sin saturar el suelo. La menor disponibilidad hídrica esperada refuerza la necesidad de riego con base en ETo local y sondas de humedad, evitando sobrestimar necesidades en noches cálidas.
Arándanos. Los golpes de calor de fin de primavera e inicios de verano comprometen firmeza y bloom. En cosechas manuales, la ventana operativa se reduce en horas de mayor temperatura; en mecanizadas, el alza térmica se traduce en mayor porcentaje de fruta blanda. Estrategias: mallas de 20–30 %, riego habitual más cortinas de enfriamiento en prefruta y cosecha temprana, manteniendo calcio y potasio en rangos altos. La escasez hídrica proyectada exige calendarizar turnos de riego nocturnos cuando las restricciones eléctricas o de canal lo permitan.
Avellano europeo. En años cálidos y secos, el llenado de la semilla demanda constancia hídrica. El estrés cercano a cosecha reduce el contenido de aceite y eleva el descarte por almendra "blanca" o mal llenada. Los picos de temperatura en enero pueden intensificar aborto de frutos en huertos jóvenes y agravar alternancia si la planta acumula daños repetidos. El manejo apunta a riego deficitario controlado temprano, pero sin estrés en llenado; y a enfriamiento de copa en ondas de calor prolongadas para sostener actividad estomática. La señal de caudales bajos obliga a priorizar sectores críticos y a cerrar brechas hidráulicas (pérdidas, uniformidad).
Riesgos transversales: calor, fuego y salud de las cuadrillas
El verano pasado dejó lecciones duras: focos de incendio, calor extremo y restricciones de movilidad en comunas del centro–sur. Para esta temporada, y a la luz de un escenario nuevamente cálido, conviene revisar planes de prevención y respuesta: cortafuegos limpios, maquinaria con mantención al día, protocolos de faenas en días de alerta y coordinación con brigadas locales. Las jornadas de 38–40 °C que se vivieron en febrero de 2025 en partes del Maule y Ñuble ilustran el tipo de condiciones a las que conviene anticiparse, según cobertura de El País.
Qué vigilar semana a semana
El valor está en ajustar la táctica sobre el terreno:
Alertas de la DMC por olas de calor y viento sur; aunque no determinan la estación, son determinantes para los días críticos de daño por sol o deshidratación.
Boletines de la DGA y Agromet, para seguimiento de caudales y estrés hídrico agrícola, con foco en cuencas que ya registran déficit.
El verano que se aproxima plantea más calor que el promedio en el centro–sur, agua justa en los canales y cultivos de alto valor que exigirán mano fina. Con planificación y tecnología de riego bien aplicada, es posible proteger calibre, firmeza y condición, y llegar a los mercados con fruta que resista el viaje.